Recluidos en casa y buscando el modo de entretenernos, cocinar se ha convertido en un entretenimiento. Por una vez en la vida, tenemos tiempo, rescatamos recetas de siempre y disfrutamos con ello.
No es lo mismo cocinar que hacer de comer, si se nos permite un dicho que escuchamos una vez y nos pareció muy acertado. En el día a día, con los trajines del trabajo y el resto de obligaciones, vamos resolviendo lo mejor que podemos. Y mientras preparamos una tortilla francesa para cenar, vamos aprovechando para meter en el tupper la ensalada del día siguiente y el sandwich de los niños para el recreo. Lo de hacer ricos platos, con música, despacito y una copa de vino, lo dejamos para el fin de semana, si tenemos tiempo y ganas. Lo que no siempre ocurre. La cocina de toda la vida no está entre nuestras prioridades. Es muy fácil recurrir a los platos precocinados, la comida rápida y los ultraprocesados de bajo precio. O incluso a alimentos frescos, pero poco preparados.
¿Cocina de toda la vida? Sí, por favor
Pero, de modo inesperado, ahora nos vemos encerrados en casa, con tiempo para hacer esas actividades que las siempre soñamos, y viendo cómo cubrir las horas para estar entretenidos. Y resulta que hemos descubierto una pasión por la cocina de toda la vida a la que, hasta ahora, no podíamos dar rienda suelta.
La cocina se ha convertido en nuestro refugio. En realidad, siempre lo ha sido. Pensemos en esos cumpleaños, fiestas o nochebuenas en las que, aunque el salón sea grande y espacioso, todos acabamos juntos en la cocina, charlando con quienes estén a los mandos del fogón. Las cocinas son lugares de encuentro, para compartir tiempo con la familia y los amigos, y para pasar un rato juntos y entretenidos.
Aunque los tengamos lejos, cocinar vuelve a acercarnos a nuestros seres queridos. Hacemos videoconferencias con madres para que nos expliquen cómo hacer la bechamel para que quede tan rica como la suya. Aprovechamos la llamada a la abuela para ver cómo está y que, de paso, nos recuerde cómo era ese arroz con leche que irá para siempre unido a la memoria de nuestra niñez. Y así, entre sus recetas y las nuestras, el vínculo emocional se mantiene y se refuerza.
Ya no tenemos tanta prisa. El caldo puede hacer “chup chup” todo el rato que necesite y ya no se nos olvida poner los garbanzos a remojo el día anterior. Y si hay que estar una hora empanando filetes rusos, no hay problema. Hemos vuelto al fuego lento. De este modo, además de ayudarnos a ocupar el tiempo, la cocina nos reconforta.
Esta pasión por la cocina de toda la vida llega, incluso, a los que no tienen mano con las cazuelas. ¿Cómo? Con la repostería. En los supermercados se ha hecho difícil encontrar levaduras y, a veces, tampoco hay harina. Los bizcochos y las masas para tartas son muy fáciles de hacer, incluso para los pocos expertos en la materia, que se sorprenden a sí mismos con ganas de ponerse el delantal.
Un menú de rechupete
Nos hemos propuesto recuperar algunas de esas recetas de siempre, con la ayuda de nuestra amiga Anna Recetas Fáciles. Estas son sus propuestas, con el paso a paso, para hacer en casa.
Mientras se termina de preparar el resto, os proponemos hacer un aperitivo con las infalibles patatas bravas. Le gustan a todo el mundo y son súper fáciles de hacer. Para el primer plato, unas deliciosas alcachofas en salsa verde (y con un truquito de regalo, para que no se oxiden). De segundo, ¿qué os parece una buena merluza en salsa marinera? Es ligera, la podéis hacer con pescado fresco o congelado y verás que triunfa incluso entre los niños. Y podéis acabar con un postre de toda la vida que, para no complicaros, estará listo en 5 minutos: un flan casero. Si sois de las que se han vuelto unas cocinillas durante el confinamiento, os planteamos un último reto. ¿Qué tal si también hacéis el pan? Os sorprenderá lo fácil que es, con esta receta de nuestra experta. Y así nos va a quedar un menú tan rico, que esta vez será nuestra familia la que nos llame para que les demos consejos.